“A
una ciudad que requiere tantos artefactos urgentes [una casa para
cada uno, escuelas, transportes] no le interesa que se coloquen
guindas de pastel sobre sus desastres”
Durante
tiempo llevo preguntándome sobre la relación entre arquitectura y
sociedad, el desfase existente -cada vez mayor- entre ambos y de
dónde proviene.
Me
aterroriza contemplar, que la gran mayoría de los 2.000 nuevos
arquitectos, que salen cada año las escuelas de arquitectura
españolas, no sean más que fundamentalistas de estilo, fanáticos
de -ismos, que idolatran arquitectos como párvulos a futbolistas. Y
la arquitectura [como su propio nombre indica] trata de
arquitecturas, no de arquitectos. Ni de vehemencias absolutas y
obsoletas [“La
arquitectura no es una profesión, es una religión”]
La
nueva colección de Panini: los cromos de "grandes arquitectos"
Completa
tu álbum
Cano
Lasso lo
explicaba perfectamente:
“La
brecha que separa a los arquitectos de la sociedad es algo que debe
preocuparnos especialmente. La
sociedad es nuestro cliente y en gran medida la arquitectura es un
reflejo de la sociedad que la construye. La
sociedad esta desorientada y los arquitectos, con nuestras modas y
caprichos, tenemos mucha culpa. Hoy la arquitectura
es para arquitectos”[1]
Y
son este ensimismamiento y “autismo social” los barros de
los que vienen los lodos actuales: el millón de viviendas vacías,
los cientos de miles de desahucios, los enormes desequilibrios
geográficos y urbanísticos...
El
desprestigio de la figura del arquitecto esta justificado, en cuanto
que no ha cumplido con su obligación de dar solución a estos
problemas. Y mientras la arquitectura no atienda a las necesidades
sociales y económicas que demanda la comunidad, no dejará de ser
una
disciplina encerrada en sí misma.
¿Cómo
es posible, que de los star-architecs, solo Alvaro Siza haya
construido vivienda social? Ni
siquiera Niemeyer, declarado comunista, se ha preocupado por
solucionar el problema de acceso a la vivienda de aquellos que más
difícil lo tienen. Este problema [el de la vivienda social], se ha
tratado poco y mal. En palabras de Joan
Macdonald [una
figura que debería ser obligatoria en los planes de estudio de todas
las escuelas de arquitectura]:
“La
vivienda social nace de un interés de las empresas constructoras por
meterse en un campo donde antes no hacían negocio. Lo que hacen es
bajar los estándares, pero siguen con sus mismos preconceptos de
clase media. Está enfocado desde la oferta, no desde la
necesidad”.[2]
La
clase política no ha ayudado, y durante años hemos vivido de cortar
cintas inaugurales. Pero un auditorio no soluciona las necesidades
básicas de la ciudad ni facilita el acceso a la vivienda [derecho
constitucional].
El Ministerio de sanidad “se luce” por sus cifras de curados, no
por la belleza de sus hospitales. ¿Por qué no sucede lo mismo con
la vivienda?.
Guinda
lujosa en pastel precario
La
arquitectura SI es una profesión; una profesión que puede
contribuir a cambiar y mejorar la realidad. Que no es poco.
Hemos
estado años, poniendo lujosas guindas a pasteles rancios
y precarios.
Antes
de caerme del guindo, yo me bajo por mi propio pie.
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