Gran
parte de la problemática enunciada [en la entrada anterior] reside
en la cultura de lo visual [fomentada por gran parte de la prensa
especializada en arquitectura].
Giovanni
Sartori, en su libro “Homo
Videns”,
define al hombre como animal
simbólico: “[Lo que hace único al homo sapiens es su capacidad
simbólica]”, citando
para ello a Ernst Cassirer:
“El
hombre no vive en un universo puramente físico sino en un universo
simbólico. Lengua, mito, arte y religión [...] son los diversos
hilos que componen el tejido simbólico [...].Cualquier progreso
humano en el campo del pensamiento y de la experiencia refuerza este
tejido [...]. La definición del hombre como animal racional no ha
nada de su valor [...] pero es fácil observar que esta definición
es una parte del total. Porque al lado del lenguaje conceptual hay
un lenguaje del sentimiento, al lado del lenguaje lógico o
científico está el lenguaje de la poética.[...]”
Cuando
sustituimos, esa capacidad simbólica por la imagen,
se
produce lo que G. S. define como “empobrecimiento
de la capacidad de entender”,
es decir, el conocimiento del homo
sapiens
se desarrolla en el ámbito de conceptos mentales e ideas, que no es
en modo alguno el mundo percibido por nuestros sentidos. Por tanto la
cultura de lo visual,
invierte el proceso de lo sensible en inteligible: observamos
imágenes, no conceptos, suprimiendo totalmente el procedimiento de
abstracción
Ideas,
conceptos, abstracción; términos imprescindibles en el desarrollo
arquitectónico, que desaparecen o pasan a un segundo plano.
Me
referiré ahora, a las publicaciones
especializadas en arquitectura [la pornografía]
No
se puede obviar, que se trata de ediciones hechas por y para
arquitectos, y que desempeñan no solo una función divulgativa y
critica, sino que también deben servir de herramienta en el
desarrollo proyectual.
Lejos
de ser algo puntal, son varias las revistas, en las cuales ni
siquiera aparecen plantas o secciones [documentos básicos, desde mi
punto de vista, para generar y contar un proyecto].
Es
decir, engañan al espectador en espectaculares renders y hermosas
fotografías (en ocasiones retocadas), escondiendo documentos
fundamentales de proyecto, muchas veces debido a que su calidad es
ínfima.
Siendo
consciente del contexto temporal en el que vivimos, no se puede
obviar el amplio abanico de posibilidades que nos ofrece la
tecnología. No estoy en contra del render como herramienta
complementaria, para la narración del proyecto, pero en ningún caso
puede servir para disimular un mal proyecto, y mucho menos sustituir
a los documentos básicos, ya mencionados.
Hoy
en día, existe
una distorsión
el el modo de abordar la arquitectura: la preeminencia del sentido
de la vista sobre todos los demás [algo que explica muy bien JuhaniPallasmaa
en "Los ojos de la piel"]. Esto, [alimentado por las mencionadas
publicaciones especializadas] ha degenerado en un vouyerismo
arquitectónico,
que focaliza todo el interés en la acción de mirar en sí misma: la
experiencia arquitectónica, se sustituye por el acto de ver. La
foto reemplaza
al espacio, obviando el resto de los sentidos, lo cual nos
proporciona una percepción incompleta y sesgada de la obra
arquitectónica.
James Stewart disfrutando de la obra de Calatrava desde su "ventana indiscreta"
La
buena arquitectura no es solo una imagen bonita, sino que debe ser
eficiente, funcional, y a la vez basarse en ideas y conceptos
arquitectónicos, siendo capaz de generar en el usuario (y digo
usuario, no espectador) sensaciones y emociones, que en ningún caso
pueden reemplazarse por la “poética”
de un render.
Más
arquitectura y menos marketing.
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